género: reportaje
Eva y el sexo
Eva nunca pensó que un día Adán pagaría por verla como la vio antaño, en el paraíso, sin hoja de parra de por medio, ni cielo gris, ni violentos arrebatos que los hiciera llorar de pura vergüenza.
Muchachos y muchachas gastan el dinero de papá en el óvalo Gutiérrez, discotecas repletas, calles vacías, uno que otro autobús merodeando la ciudad, la noche sin estrellas, farolas encendidas. Mientras unos duermen, otros celebran el descenso de diosas entre luces verdes, rojas, amarillas, y Camila gira lentamente alrededor de una baranda, en un oculto night club de la ciudad de Lima.
¿Necesitas compañía? Primero habla con él. ¿Qué son dos? Treinta soles el privado. Entonces tendrá que ser cuarenta soles, en el segundo piso. Quince soles y el cuarto. ¿No me invitas una cerveza? Solo se puede consumir, si quieres algo más, acuerda con ellas. No, no, solo con preservativo. Acompáñame, anímate, ¿vamos?... y no falta la frase comercial: el servicio es completo.
El trabajo sexual existe desde siempre, con múltiples rostros, en distintos lugares y en distintas épocas. Políticos, escritores, periodistas, artistas, hasta simples borrachos de los que vagan por las calles, han convivido y conviven aún con ellas.
Brighit -ese es su nombre artístico (todas tienen uno)- comenzó a bailar a los dieciséis años y a sus aproximadamente treinta años se ha acostumbrado al dinero no tan fácil, “porque no es tan fácil dejar que te miren desnuda y que quieran tocarte. Yo cerraba los ojos, escuchaba la música y solamente bailaba, pero ellos siempre quieren más”. De la misma manera las necesidades de ellas cada vez son más.
Del viejo balneario de Chorrillos, antes de la guerra contra Chile, las casonas del centro de Lima, hasta asquerosos cuartuchos y frías esquinas, ellas han visto crecer o decrecer, según sea el caso, está enorme ciudad.
Los hombres se asoman por curiosos, por hinchas y por borrachos a locales de la avenida Colmena, siempre de noche. “La primera vez que fui a un local de estos tenía 18 años, éramos cinco amigos. Antes de cumplir los 19 ya me había tirado a una. Me dijeron, Leomardo, no seas cabro- ya estábamos borrachos- ellas solo quieren tu dinero”. Pero la oferta responde a la demanda: ellos solo también buscan algo.
Ella baila sola
Camila gira suavemente sobre el piso de un pequeño escenario y una brisa salida de su cuerpo da vida a la música, enciende y apaga luces multicolores, detiene miradas, captura deseos. Ella es dueña de todo, se agita, se contrae, estalla silenciosa y anula toda cobertura sobre su piel: no-música, no-brasier, no-trusa roja…y otra vez el pudor en su rostro.
“Aquí se ve todo tipo de hombres, gordos, flacos, viejos pervertidos, feos, unos que son lindos, chibolos excitados que dan risa”. El negocio está en la compañía, si quieres hablar o negociar con ellas otro tipo de servicios, primero se consume cerveza. Pero, detrás de sus amables y cariñosas frases, tienen que soportar la explotación de sus jefes o cafichos, dueños del local. A Brighit no le agrada, pero quizá ya se acostumbró.
Susan vive en los Cedros de Chorrillos. Ella tiene un aviso en el periódico. Trabaja con una amiga en un hostal miraflorino de la avenida Angamos donde tiene que pagar a la dueña del local una parte de lo que a ella le pagan. Ya no suele arriesgarse en la calle. Las prostitutas informales son perseguidas y golpeadas por los agentes de serenazgo, además que la competencia entre mujeres y homosexuales es dura.
Hay noches en las que camina por la avenida Colmena, pero no para ofrecerse, de vez en cuando tiene que bailar y sacarle dinero a los parroquianos. “No les robo, pero los hago consumir”. Ella no siempre fue prostituta, se escapó de su casa muy joven (su papá la golpeaba), estuvo trabajando como vendedora en un mercado pero no alcanzaba para cuidar el niño que tuvo con un pandillero (él desapareció después de nacer su hijo).
Susan entró en el negocio por consejo de una amiga con la que vivía y que era meretriz, además que le enseñó cómo poder enfrentar el reto de la primera noche de trabajo. Ella tiene treinta años y ha salido con deportistas, estudiantes, ejecutivos, etc. En el mejor de los casos ellas saben en lo que se meten, pero muchas mujeres suelen ser obligadas por sus parejas a entrar en este oscuro mundo.
Asi, Camila termina su rutina de baile en el burdel El Flamingo, entonces baja del escenario totalmente desnuda y entra en un cuartucho. Sale por una puerta a conversar con los tipos que la vieron, mientras Karina seduce ahora con una suave balada.
Adán nunca pensó que un día pagaría a Eva por verla como la vio antaño, en el paraíso, sin hojas de parra de por medio; pero lo cierto es que lo hacen y ambos han aprendido a vivir con eso.
Eva nunca pensó que un día Adán pagaría por verla como la vio antaño, en el paraíso, sin hoja de parra de por medio, ni cielo gris, ni violentos arrebatos que los hiciera llorar de pura vergüenza.
Muchachos y muchachas gastan el dinero de papá en el óvalo Gutiérrez, discotecas repletas, calles vacías, uno que otro autobús merodeando la ciudad, la noche sin estrellas, farolas encendidas. Mientras unos duermen, otros celebran el descenso de diosas entre luces verdes, rojas, amarillas, y Camila gira lentamente alrededor de una baranda, en un oculto night club de la ciudad de Lima.
¿Necesitas compañía? Primero habla con él. ¿Qué son dos? Treinta soles el privado. Entonces tendrá que ser cuarenta soles, en el segundo piso. Quince soles y el cuarto. ¿No me invitas una cerveza? Solo se puede consumir, si quieres algo más, acuerda con ellas. No, no, solo con preservativo. Acompáñame, anímate, ¿vamos?... y no falta la frase comercial: el servicio es completo.
El trabajo sexual existe desde siempre, con múltiples rostros, en distintos lugares y en distintas épocas. Políticos, escritores, periodistas, artistas, hasta simples borrachos de los que vagan por las calles, han convivido y conviven aún con ellas.
Brighit -ese es su nombre artístico (todas tienen uno)- comenzó a bailar a los dieciséis años y a sus aproximadamente treinta años se ha acostumbrado al dinero no tan fácil, “porque no es tan fácil dejar que te miren desnuda y que quieran tocarte. Yo cerraba los ojos, escuchaba la música y solamente bailaba, pero ellos siempre quieren más”. De la misma manera las necesidades de ellas cada vez son más.
Del viejo balneario de Chorrillos, antes de la guerra contra Chile, las casonas del centro de Lima, hasta asquerosos cuartuchos y frías esquinas, ellas han visto crecer o decrecer, según sea el caso, está enorme ciudad.
Los hombres se asoman por curiosos, por hinchas y por borrachos a locales de la avenida Colmena, siempre de noche. “La primera vez que fui a un local de estos tenía 18 años, éramos cinco amigos. Antes de cumplir los 19 ya me había tirado a una. Me dijeron, Leomardo, no seas cabro- ya estábamos borrachos- ellas solo quieren tu dinero”. Pero la oferta responde a la demanda: ellos solo también buscan algo.
Ella baila sola
Camila gira suavemente sobre el piso de un pequeño escenario y una brisa salida de su cuerpo da vida a la música, enciende y apaga luces multicolores, detiene miradas, captura deseos. Ella es dueña de todo, se agita, se contrae, estalla silenciosa y anula toda cobertura sobre su piel: no-música, no-brasier, no-trusa roja…y otra vez el pudor en su rostro.
“Aquí se ve todo tipo de hombres, gordos, flacos, viejos pervertidos, feos, unos que son lindos, chibolos excitados que dan risa”. El negocio está en la compañía, si quieres hablar o negociar con ellas otro tipo de servicios, primero se consume cerveza. Pero, detrás de sus amables y cariñosas frases, tienen que soportar la explotación de sus jefes o cafichos, dueños del local. A Brighit no le agrada, pero quizá ya se acostumbró.
Susan vive en los Cedros de Chorrillos. Ella tiene un aviso en el periódico. Trabaja con una amiga en un hostal miraflorino de la avenida Angamos donde tiene que pagar a la dueña del local una parte de lo que a ella le pagan. Ya no suele arriesgarse en la calle. Las prostitutas informales son perseguidas y golpeadas por los agentes de serenazgo, además que la competencia entre mujeres y homosexuales es dura.
Hay noches en las que camina por la avenida Colmena, pero no para ofrecerse, de vez en cuando tiene que bailar y sacarle dinero a los parroquianos. “No les robo, pero los hago consumir”. Ella no siempre fue prostituta, se escapó de su casa muy joven (su papá la golpeaba), estuvo trabajando como vendedora en un mercado pero no alcanzaba para cuidar el niño que tuvo con un pandillero (él desapareció después de nacer su hijo).
Susan entró en el negocio por consejo de una amiga con la que vivía y que era meretriz, además que le enseñó cómo poder enfrentar el reto de la primera noche de trabajo. Ella tiene treinta años y ha salido con deportistas, estudiantes, ejecutivos, etc. En el mejor de los casos ellas saben en lo que se meten, pero muchas mujeres suelen ser obligadas por sus parejas a entrar en este oscuro mundo.
Asi, Camila termina su rutina de baile en el burdel El Flamingo, entonces baja del escenario totalmente desnuda y entra en un cuartucho. Sale por una puerta a conversar con los tipos que la vieron, mientras Karina seduce ahora con una suave balada.
Adán nunca pensó que un día pagaría a Eva por verla como la vio antaño, en el paraíso, sin hojas de parra de por medio; pero lo cierto es que lo hacen y ambos han aprendido a vivir con eso.
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